jueves, 1 de enero de 2015

Tras tres horas de sueño desde el 2014.


Enfrascada entre las tradiciones y las realidades, el primero de enero de 2015 me ha traído varias nuevas ideas.

Habiendo recorrido en dos horas y media caminos desconocidos, llenos de verde naturaleza y curvas ostentosas, para luego reencontrarme con el pequeño poblado que en mi niñez albergó al más grande donante artístico familiar, se me cruzan por la cabeza una inmensidad de recuerdos; es que el simple hecho de llegar ya se convierte en un recuerdo.

La energía inmensurable desprendida desde los mármoles de su tumba, inyectada en los instrumentos empolvados que ocupan toda la vista del espectador que apenas se aproxime a la puerta de la hoy "moderna" casita de pueblo del altiplano me transportan a un mundo paralelo, que se siente como pasado, pero se vive a la vez.

Entre sonidos y olores clásicos de mercado, también estaban mis "pasteles" favoritos, de esos que eran de azúcar y de sal y que podía comer sin parar, día tras día en el tablado de los toros de pueblo.

Y así, un día en esa tierra es una fácil muestra de quien soy, de dónde vengo, del por qué de mi.
Los cuestionamientos siguen creciendo y las respuestas son cada vez más abiertas.

DSRC


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