martes, 6 de enero de 2015

Diez meses de historias



Después de un día de inestabilidad y de funcionarios que no sabían que hacer conmigo, ahora tengo más claro el panorama.

Sentada, detrás de una ventanilla, con las espaldas de dos televisores LCD junto con varias sillas rojas como mi mejor horizonte veo pasar las horas.
Invadida de procesos, en su mayoría de "night clubs", mi cabeza comienza a transportarse a los momentos, a los escenarios, a los rostros de féminas con mínima ropa, una a una ocultándose de la ley, a las expresiones de varones sedientos, al entrecejo del "chulo" y es entonces como empiezo a llenar, una a una, las celdas del programa Excel más clásico.

2 mujeres me acompañan a los costados, aunque el silencio nos invade y parecen no existir, trato de imaginarme a mi misma disfrutando de lo que estoy haciendo con la Mala Rodríguez como la mejor compañera, pero no existe otro sonido que el del aire y a veces una que otra risita de fondo.

Diez meses de historias.

El tono verde de los sellos de clausura se van impregnando en mis dedos después de tipear información de alrededor de 30 de ellos.

Entra una mujer, con imagen débil, el típico "look" de serrana de Ecuador, y le llora a Eugenia a mi lado izquierdo, aduce que no vende licor y que su "picantería" es su fuente de sobrevivencia; después de varias escenas entre graciosas y tristes, tiene una nueva oportunidad para vender cerdo hornado.
Se va feliz, aunque advertida de lo que podría pasar.

Las divisiones de vidrio, la mezcla de temperatura de nevados a mares, los escritorios de falsa madera, las computadoras HP, las sillas con ruedas y muchas impresoras arman un ambiente muy distinto al mío, uno tan estrictamente físico, tanto cemento y tan poco color, vida, luz.
Claramente voy descubriendo que no puedo encerrarme en un solo lugar, que nunca podré mantenerme atada a un espacio, día a día, 8 horas, 40 horas, 160 horas...

Y así seguiré  por las próximas 593.

DSRC

No hay comentarios:

Publicar un comentario