miércoles, 3 de junio de 2015

La tienda de Rafaela

El amanecer quiteño;
Las casitas de juguete que van una a una formando un arcoíris de emociones;
La neblina que baja desde el Pichincha y cubre con su manto lúgubre e inyecta de hielo los huesos de los caminantes;
Junto a esa mezcla de colores se despertaba una mujer;
Madre de seis;
Abría sus ojos día a día para atender su tienda;
Iban llegando los compradores, con distintos requerimientos, todos siempre cumplidos;
Uno a uno salían los chiquitos, cinco hombres que cuidaban a una sola hermana;
Corrían con diferentes destinos, a la escuela, al colegio, a la universidad;
Entre esos corredores estaba mi padre, pequeño, lindo, afanoso, dulce;
Todas las historias que recorrieron mi memoria desde la niñez se centraron en esta mujer;
Rafaela;
Y mi idea de ella cada vez es más noble;
Me la imagino hermosa, fuerte... luchadora;
Ella es ese ejemplo de mujer que todas quisiéramos seguir, el prototipo perfecto;
Cada foto en blanco y negro;
Cada pintura reproducida de su rostro;
Cada recuerdo contado;
Hacen que mi mente cree imágenes, dibuje ideas y atesore verdades que, aunque nunca sabré si certeras, son las que en mi sentir representan a aquel ser, mi abuela.  

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