lunes, 19 de octubre de 2015

Entre tintas de color

Después de varios años de planear el diseño exacto, de revisar colores, técnicas, tintas, etc, decidí que la perfecta ocasión sería para conmemorar mi cumpleaños número veintidós.
Todo se dio de forma perfecta.
En mi ciudad se celebró (y digo celebró porque no hay otra forma de describirla más que como una fiesta) del 25 al 27 de septiembre la 3era Convención Internacional del Tatuaje "Mitad del Mundo" y para mi fue como una señal divina.
Mi idea, en un principio, era ir a la convención para apreciar el trabajo de todos los artistas y así poder escoger a quien sería el que me tatuaría por primera vez.
Al llegar, bajo el sol capitalino, la fila se tornaba interminable y cada vez se sumaba más gente a la curva hacia la entrada. Tras casi una hora de espera finalmente llegamos a lo que sería uno de los mejores momentos de mi vida. Me sentía en un parque de diversiones, quería hablar con todo el mundo, fotografiar cada uno de los detalles de cada tatuaje, las expresiones de las personas que ese día dejaban un poco de lado su humanidad para convertirse en un lienzo; mi emoción era indescriptible.
El tiempo fue pasando, y todavía no me sentía convencida, todavía no había encontrado al "artista perfecto".
El calor y el gentío nos estaban aturdiendo pero le di una última oportunidad, al último tatuador, de la última esquina, ese que al siguiente día me regaló una de las mejores y eternas expresiones de mi impregnadas en mi piel (aunque suena un poco redundante).





Richard "Chucky" a la izquierda, Damian Carnicero a la derecha. 
Me acerqué a ese stand improvisado y empecé a conversar con una de las personas más auténticas que he conocido, Richard alias "Chucky" . El, un año menor a mi, había tomado decisiones en su vida que yo, a esta edad, creo que no podría tomarlas; el decidió convertirse en el primer ecuatoriano modificado. Lo que más llamaba la atención de su apariencia no eran los incontables piercings y expansiones que colgaban de sus cejas, orejas, nariz y pómulos, lo que me nublaba la mente eran sus ojos (por más romántico que suene). Hace alrededor de 6 meses, Richard, se sometió a un proceso conocido como "eyeball tattoo" por medio del cual el globo ocular (la parte blanca del ojo) adquiere cualquier tonalidad al inyectarle tinta, en este caso, un tono turqueza.

Richard se estaba tatuando en el muslo izquierdo un diseño muy llamativo lleno de vibrantes verdes, amarillos, azules y rojos envueltos en una serpiente con cara de estranguladora, un águila en vuelo a punto de atrapar a su presa y un cráneo humano. El responsable de tal maravilla, Leonardo, yacía agachado mientras seguía específicamente una línea recta, que para mi era totalmente imperceptible, dentro de la que rellenaba de color.
Mientras el sonido de la máquina no paraba, Richard me mostró muy orgulloso su nueva transformación, abrió su boca y estaban todavía claros los puntos de la sesión de bifurcación de lengua que se había realizado hace menos de una semana en manos de su "médico transformador", Damian Carnicero
Mis temores sobre el dolor y el cuidado de lo que sería mi primer tatuaje se desvanecieron en unas pocas palabras:
Dani: Y.. te está doliendo?
Chucky: Alguna vez has mentido?
Dani: Qué? eeeh... bueno si, sí he mentido, como toda la gente.
Chucky: Me encanta tu sinceridad, es difícil encontrarme con chicas que me respondan sin dudar.
Dani: Jaja gracias, pero en serio, dime, cómo manejas el dolor?
Chucky: Hay una cosa bien clara con respecto a los tatuajes, te duelen, sí, pero más te duele una mentira.
A pesar de esta imagen personal, que para muchos podría ser hasta un poco tenebrosa, a mi Chucky me pareció una de las personas más seguras, honestas, directas y sinceras que he conocido.
Después de esta frase solo tenía miles de historias atravesadas en mi cabeza, cientos de hipótesis sobre como debe ser o debió haber sido la vida de Chucky, para que decidiera transformarse de forma tal que con cada cambio se fuese pareciendo más y más al personaje de las películas de terror que tanto pánico me causó durante mi infancia.
La conversación con el era fácil, llevadera, muy divertida, y eso creó en mi una confianza tal que en ese preciso instante le dije a Leonardo que quería que él me tatuara. Accedió de inmediato, le mostré los diseños, las ideas que había visto y en menos de cinco minutos había tomado una cita para una sesión de tatuaje con "Leonard Scott", quien había ganado el primer lugar de la feria el día anterior.

Al salir, no podía contener mi felicidad, hablaba muy alto, hasta gritar, mi sonrisa era inmensa y la ansiedad por la espera de, menos de 24 horas, para mi "wisdom feather" me daba vuelcos en el estómago.

Esa noche fue una de las más largas, tras varias copas veíamos llegar el amanecer, eran ya las cinco de la mañana del domingo 27 de septiembre, en cinco horas más empezaría mi sesión.
Desayunamos junto con mis mejores amigos, tomé mi auto y manejé lo más rápido posible.

Al llegar otra larga fila me esperaba, pero eso, al contrario de ser una mala racha, me ayudó a conocer a gente nueva. Parado junto a mi se encontraba un chico, con notorios tatuajes en sus brazos pero estaba acompañado de su padre. Esa imagen me transportaba a un mundo de libertad falsa, de esa "libertad" que está hiper limitada por las rejas del control parental.
A mi derecha estaban dos amigos que hablaban con ese acento que te trae consigo las olas del mar como fondo, ellos también muy divertidos me preguntaban sobre mi tatuaje, querían explicaciones, descripciones y yo fácilmente se las di. Les encantó mi idea.

Finalmente entré y sin dudar me dirigí directamente al stand de Leonardo, ahí vi un nuevo premio, primer lugar a la categoría old school obtenido el sábado gracias al tatuaje de Chucky.
Ya no tenía miedo al dolor, no podía esperar a ver los resultados.

La preparación fue intensa, plásticos por aquí, sonido de máquina por allá, uno que otro ajuste con herramientas muy precisas, me saqué mi tank top y finalmente me acosté en un tipo de camilla lograda con la simple unión de tres sillas.
Cuando ya estaba totalmente instalada escuché la voz de Leonardo: "Bueno linda, empezamos" y llegó el tono de "bbbzzzrrrr", sentí el primer pinchazo.
Regresaba a ver a cada tanto, esperando más dolor, pero nunca llegó ese momento al que tanto temía, el dolor fue tan ligero que se volvía placentero con el tiempo y mientras mi pluma tomaba forma, solo podía darle una pequeña mirada porque ni siquiera quería respirar para que mis costillas no se hincharan y causaran movimiento en medio de una recta.
Una hora y media después, y con 20 centímetros de un tatuaje "side boob" ya en mi costilla, terminamos.

Me lo vi una, y otra, y otra vez, revisé las fotos, no podía tocarme pero estaba atravesando niveles de felicidad absoluta.

Tres semanas después, sigo admirando mi tatuaje a diario, y tengo claras las ideas de los otros que vendrán.

Y así, puedo definir a mis veintidós años como los mejores, hasta hoy.

My wisdom feather,
Side Boob Tattoo. 



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